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cae algo comestible, algo que necesita para vivir. Y espera. Pasa un día. Dos días... Una semana.
Sigue esperando; no puede hacer otra cosa. Un pequeño pescador de la noche... y quizás cae
algo, y ella vive. O no cae nada, y espera, pensando, 'no caerá a tiempo. Es demasiado tarde.' Y
tiene razón; se muere esperando.
—Pero para mí 'cayó' algo a tiempo.
—Caí yo.
—Me elegiste... —vaciló—. ¿Por lástima?
—Claro que no. El Resurgimiento va a exigir mucha habilidad, mucha pericia, muchas
artesanías y técnicas, varias artes distintas. ¿Tienes a mano ese tiesto de cerámica?
Joe sacó el pequeño trozo reluciente de su bolsillo. Lo puso sobre el mostrador, al lado del
plato de sopa vacío.
—Hay miles de éstos —dijo Spelux—. Calculo que tienes unos cien años más de vida. No
se puede hacer en cien años; caminarás entre ellos, entre estos hermosos trocitos, hasta el día
que te mueras. Y se cumplirá tu deseo; hasta el final, serás. Y al haber sido, existirás para
siempre —Spelux miró el reloj Omega que tenía sobre su muñeca humanoide—. Dentro de dos
minutos anunciarán tu vuelo.
Después de ajustarse el cinturón y de permitir que le pusieran el casco de presión sobre la
cabeza, logró girar un poco para mirar a su compañero de vuelo, sentado a su lado.
Mali Joyez, decía la tarjeta. De reojo pudo ver que era una chica, extraterrestre pero
humanoide.
En ese momento los cohetes impulsores se encendieron y la nave comenzó a elevarse.
Nunca había salido de la Tierra antes, y se dio cuenta de esto rápidamente a medida que
aumentaba el peso que lo oprimía. Esto... no-es-como-ir-de-Nueva-York-a-Tokio, se dijo,
jadeando. Con un esfuerzo incalculable logró girar la cabeza una vez más para mirar a la chica
extraterrestre. Se había vuelto azul. Quizás sea algo natural en su raza, pensó Joe. Quizás yo
también me puse azul. Quizás me esté muriendo, se dijo; en ese momento se encendieron los
cohetes de autopropulsión... y Joe Fernwright se desvaneció.
Cuando despertó, pudo escuchar el sonido de la —Cuarta— de Mahler y el suave
murmullo de voces. Debo de ser el último en reaccionar, se dijo amargamente. Una azafata
atildada estaba desmontando su casco de presión y cortando su fuente particular de oxígeno.
—¿Se siente mejor, Sr. Fernwright? —preguntó la azafata mientras le peinaba
delicadamente—. La señorita Joyez ha estado leyendo el material biográfico que nos entregó
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antes de comenzar el vuelo, y está muy interesada en conocerlo. Ahí está; su cabello está
perfecto ahora. ¿No le parece, Srta. Joyez?
—¿Cómo le va, Sr. Fernwright? —preguntó la Srta. Joyez con un marcado acento—. Estoy
contenta de conocerlo mucho. En la longitud de nuestro viaje yo estuviera sorprendida de no
hablar con usted, porque creo que nosotros en común mucho tenemos.
—¿Puedo ver el material biográfico de la Srta. Joyez? —le dijo Joe a la azafata.
Cuando se lo entregó, lo miró rápidamente. Animal preferido: el quimpio. Color preferido:
rej. Juego preferido: El Estanciero... Música preferida: koto, clásica y Kimio Eto. Nacida en el
sistema de Sustis, lo que la hacía una especie de pionera.
—Creo que estamos en la misma empresa, varios de nosotros con la inclusión de yo y mí.
—Usted y yo —dijo Joe.
—¿Usted es natural de Tierra?
—Nunca la había dejado.
—Entonces éste es su primer vuelo espacial.
—Así es —dijo. La miró con disimulo y la encontró atractiva: su cabello corto de color
bronce contrastaba bien con su tez grisácea Además tenía una de las cinturas más pequeñas que
jamás hubiera visto, que su blusa y pantalones de permoform destacaban favorablemente junto
con todo lo demás—. Usted es una bióloga marina —dijo, leyendo un poco más de su material
biográfico.
—Así es. Debo determinar la profundidad de infestación coral de... —vaciló y extrajo un
pequeño diccionario, en el cual buscó una palabra— Artefactos sumergidos.
Sintió un aguijón de curiosidad.
—¿Cómo se le manifestó Spelux? —preguntó.
—Manifestó —repitió la Srta. Joyez; buscó en su pequeño diccionario
—Materializó —dijo la azafata—. Hay un circuito en la nave que nos conecta directamente
con la computadora de traducción de la Tierra; al lado de cada diván hay un auricular y un
micrófono. Aquí están los suyos. Sr. Fernwright y Srta. Joyez.
—Mis habilidades lingüísticas terrestres están volviendo —dijo la Srta. Joyez, rechazando
el auricular—. ¿Cómo dijo...? —preguntó a Joe.
—¿Cómo se le apareció Spelux? —dijo Joe—. ¿Qué aspecto físico tenía? ¿Alto? ¿Bajo?
¿Gordo?
—Inicialmente se manifestó en un marco acuático, en tanto y en cuanto él, en sí mismo, a
veces descansa en el fondo de los océanos de su planeta... —meditó— Cerca de la catedral
sumergida...
Eso explicaba la transformación oceánica de la comisaría.
—¿Y después qué forma adoptó? —preguntó— ¿La misma?
—La segunda vez que vino a yo —dijo la Srta. Joyez—, se manifestó como una ropa de
canasto. [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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