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mucho menor para un edificio grande que para uno pequeño se deduce que los edificios
grandes alojarán a la gente con consumo mucho menor de combustible por persona. Si va
a haber una repetición indefinida de períodos de frío intenso, nuestros recursos de
combustible no admitirán otro arreglo.
- ¿Por qué dice «si», Kingsley? - preguntó Parkinson.
- Porque han ocurrido tantas cosas extrañas. No estaré satisfecho con nuestras
predicciones de lo que va a ocurrir a continuación hasta que pueda comprender realmente
qué es lo que ya ha pasado.
- Mientras tanto vale la pena mencionar la posibilidad de cambios climáticos que duren
mucho tiempo - señaló Marlowe -. Aunque esto puede no tener mucha importancia en el
año o los años próximos, no puedo dejar de considerar que su importancia va a ser vital a
largo plazo, asumiendo que vamos a tener estos eclipses de Sol bianuales.
- ¿Qué está pensando, Geoff?
- Bueno, seguramente no podremos impedir la llegada de una nueva Edad de Hielo.
Las épocas similares del pasado muestran cómo es de delicado el equilibrio del clima en
la Tierra. Dos períodos de frío intenso, uno en invierno y otro en el verano deben inclinar
la balanza hacia el lado de la Edad del Hielo, el lado plus de la Edad del Hielo diría yo.
- ¿Usted quiere decir que las capas de hielo cubrirán Europa y Norte América?
- No veo cómo puede ser de otro modo, aunque no va a suceder en el año que viene o
el siguiente. Será un lento proceso acumulativo. Como dice Chris Kingsley. el Hombre
tendrá que acostumbrarse a su nuevo ambiente. Y supongo que las condiciones no le van
a gustar del todo.
- Corrientes oceánicas - dijo Alexandrov.
- No entiendo - dijo el Primer Ministro.
- Lo que me imagino que quiere decir Alexis - señaló Kingsley -, es que no hay
seguridad de que se mantengan las corrientes oceánicas tal como hasta ahora. Si ocurre
eso las consecuencias pueden ser completamente desastrosas. Y eso puede ocurrir
bastante rápido, mucho más que una Edad del Hielo.
- Usted lo dijo - asintió Alexandrov -. Desaparece la Corriente del Golfo, viene un frío
del demonio.
El Primer Ministro consideró que había oído bastante.
Durante el mes de noviembre se aceleró el pulso de la humanidad. Y a medida que los
Gobiernos entraron cada vez más en el dominio de los hechos se incrementó el deseo de
comunicación entre los varios núcleos humanos. Se repararon las líneas de teléfono y
cables. Pero el principal recurso fue la radio. Las transmisoras de onda larga pronto
estuvieron en condiciones de trabajar normalmente, pero por supuesto eran inútiles para
las comunicaciones a larga distancia. Para esto fueron puestos en funcionamiento
transmisores de onda corta. Pero éstos no funcionaron por una razón que no tardó en ser
descubierta. La ionización de los gases atmosféricos a una altura de unas cincuenta
millas era anormalmente alta. Esto daba origen a una excesiva cantidad de
entorpecimiento por colisión, como lo llamaron los ingenieros en radio. La ionización
excesiva era ocasionada por la radiación de las capas superiores de la atmósfera
calentadas tremendamente, las mismas que todavía producían las brillantes noches
azules. En suma, existían las condiciones del desaparecimiento gradual de la radio.
Sólo podía hacerse una cosa: acortar la longitud de onda transmisora. Se intentó esto
hasta una longitud de onda aproximada de un metro, pero aún continuaba la desaparición
gradual, y no había transmisores adecuados de menor longitud de onda pues éstas nunca
habían sido ampliamente usadas antes de la llegada de la Nube. Luego se recordó que
Nortonstowe poseía transmisores que podían trabajar desde un metro para abajo hasta
un centímetro. Además los transmisores de Nortonstowe eran capaces de manejar una
enorme cantidad de información como Kingsley no tardó en informar. Se decidió, por
acuerdo unánime, hacer de Nortonstowe un banco mundial de información. El plan de
Kingsley por fin había dado sus frutos.
Había que hacer cálculos complicados, y, como había que hacerlos rápido se utilizó la
computadora electrónica. El problema era hallar la longitud de onda más conveniente. Si
ésta era demasiado larga continuaría el trastorno. Si era demasiado corta las ondas de
radio saldrían a través de la atmósfera al espacio exterior en lugar de curvarse alrededor
de la Tierra, como debían hacerlo para viajar, digamos de Londres a Australia. El
problema estaba comprendido entre esos extremos. Se decidió eventualmente por una
longitud de onda de veinticinco centímetros. Se pensó que ésta era suficientemente corta
para superar el inconveniente de la desaparición gradual y no demasiado corta como para
que demasiada potencia se perdiera en el espacio aunque se reconoció que iba a haber
alguna pérdida.
Los transmisores de Nortonstowe comenzaron a funcionar durante la primera semana
de diciembre. La capacidad de trasmitir información resultó ser prodigiosa como Kingsley
había predicho. Menos de media hora del primer día fue suficiente para enviar toda la
información que se poseía hasta el momento. Para empezar, sólo unos pocos gobiernos
poseían un transmisor y receptor, pero el sistema anduvo tan bien que muchos otros
gobiernos apuraron lo más posible la construcción de sus equipos. En parte por esa razón
el volumen de tráfico a través de Nortonstowe fue reducido al principio. También resultó
difícil apreciar inicialmente que una hora de conversación ocupaba un tiempo de
trasmisión de una pequeña fracción de segundo. Pero a medida que transcurrió el tiempo
la conversación y los mensajes se hicieron más largos y más gobiernos se unieron a los
mismos. De modo que las transmisiones en Nortonstowe aumentaron gradualmente de
unos pocos minutos por día a una hora o más.
Una tarde, Leicester, que había organizado la construcción del sistema de trasmisión,
llamó a Kingsley y le pidió que fuera al laboratorio donde se realizaban las emisiones.
- ¿A qué se debe el pánico, Harry? - preguntó Kingsley.
- ¡Tenemos una desaparición!
- ¿Qué?
- Sí, recién. Puede verse aquí. Estábamos recibiendo un mensaje de Brasil. Fíjese
como se ha ido completamente la señal.
- Es fantástico. Debe ser un brote extremadamente rápido de ionización.
- ¿Qué se le ocurre que debiéramos hacer?
- Esperar, supongo. Puede ser un efecto transitorio. En realidad es lo que parece.
- Si sigue podríamos acortar la longitud de onda.
- Sí, podríamos, pero casi nadie más podría hacerlo. Los americanos están en
condiciones de agenciarse una nueva longitud de onda bastante pronto, y. quizá también
los rusos. Pero dudo que muchos de los otros puedan. Bastantes trastornos tuvimos para
conseguir que construyeran los transmisores que tienen ahora.
- ¿Entonces no hay nada que hacer sino esperar?
- Bueno, se me ocurre que no vale la pena intentar una trasmisión porque no podemos
saber si el mensaje llega o no. Yo dejaría el aparato de recepción en marcha. Entonces
tendremos cualquier material que pueda venir, es decir, si las condiciones mejoran.
Hubo un brillante despliegue del tipo de una aurora esa noche, que los científicos de
Nortonstowe pensaron estaba asociada con el súbito aumento de ionización en la
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